Dos orgasmos me debes. De vez en cuando me acuerdo de ti. No me gusta imaginarte, prefiero verte brillar en la oscuridad, confundir tu pelo con el mío, tus dedos con mis manos, prefiero no sentir mis labios y callar lo que no sé cómo decir.
Te llevaste dos orgasmos robados. Cuando no los merecías, cuando llovía, cuando tú me los debías a mí. Lejanos, intensamente separados, sólo necesitándonos para amansar esas dos fieras salvajes topando una y otra vez sus cornamentas.
Te regalé dos orgasmos por tu cumpleaños. Tú no lo sabías pero lo estabas esperando. Uno por cada día de felicidad. Uno por cada copa de anís derramada en nuestras sábanas. Uno por cada cama. Esperé un año más, pasé las estaciones como la hoja de un árbol, recorrí parques y volé bajo para caer después. No hablé, no pronuncie ninguna palabra mientras navegaba sobre las olas del viento que me acercan y me alejan marginando el tiempo.
Dos orgasmos me debes. Ahora me acuerdo de ti. De los viajes astrales, de los temporales, de los huracanes y las resacas, de los baños relajantes. Te escucho pero no te veo. Puedo oírte si te leo, podría mirarte si cerrase los ojos. Incapaz de esto último me hallo. Tu música me mantiene alerta cual marinero soñando imaginar el canto de una mitológica sirena. Transportada al paraíso de las sensaciones. Esperando a que alguno de tus sueños te retorne a mi sudado catre y desafiemos a la eternidad mientras envejece por el ventanal.