¿Cómo es despertarse a su lado? Cuéntame cómo es por las mañanas. Dime si te besa o si cita sus primeros versos. Dime si puede contener sus ganas de hacer el amor. Dime si te mira o si continúa soñando. Dime si es conmigo con quien sueña. Dime si es a mí a quien susurra cuando tú puedes ser yo, cuando puede imaginarme, cuando puede pintarme con palabras, cuando puede desearme en sus delirios.
Todavía es pronto para olvidar aquella sintonía que me hacía recordar las mañanas que te despertabas a mi lado. Cuando no me quería levantar de aquel paraíso en el que podría hibernar. Un lugar en el que nada se echaba en falta, en el que todo era suficiente, en el que yo era yo y tú eras parte de mí. Me atrapas con tu pelo, me elevas y me enseñas tus garras. Haces que te sienta sobre mi piel, hueles, sigues el rastro, dejas el tuyo mientras me dices un poema. Uno de esos improvisados, susurrados, por momentos titubeante. Un poema sobre mí, sobre el universo, sobre el mundo y yo, sobre nosotros dos. También sobre nosotros dos, es nuestro momento, hazme disfrutar. Dime esos versos, respira, bésame, hagamos el amor. No dudes. Nunca abandones tu locura, no dejes de quererme, no refrenes leerme todo eso que escribes o deseas escribir. Yo lo haré por ti. Cada palabra, cada aglomeración. Disfrútalas porque no sonarán igual. Nunca expresarán igual. Es un instante, una pasión.
Porque no sé firmar cartas. O postales. Podría redactar un mensaje instantáneo que jamás leerás con el tono adecuado. Con la profundidad de las palabras con las que yo lo habría querido escribir. Esas que describen el pensamiento con el que me acuesto. Las que vuelan por mi cabeza cuando sueño. Las que tengo miedo de algún día pronunciar y que desaparezcas. Las que tu locura ignora. Las que publicas en tus poemas.
Me encanta porque estoy desnuda. Porque nada más me preocupa. Porque disfruto al cien por cien de cada roce. Puedo moverme, pensar, callar, sin prisa, sin dormir ni un instante. Que no se escape, déjame quedarme un ratito más. No hace frío, no hay viento, ni llueve, no hay sombras ni tampoco colores. Separados del cronómetro social, de los rayos de sol, de los cánones de presión. Desligados del tiempo, todo nuestro mundo bajo nuestra piel. La vulnerabilidad de la desnudez, nuestro limbo particular. Voces rebeldes, susurros sin filtros pecando por la libertad.
Cómo pudiera apartarte de mi leyenda, aparcarte sin uso, encerrarte cual sandalia en su caja de zapatos hasta el próximo verano. Cómo pudiera yo relegarte en mi olvido que no suma pozos desiertos en la insustancial meseta de caprichos vacuos.
Es este amor improvisado el que me hace temblar. Temblar del lejano frío, temblar en la cercanía de tus manos, temblar durante la incertidumbre, temblar un mar accidentado mientras ahogo la moraleja fabulosa que no encontró lugar en esta canción.